2. Carolina y Santiago: Entrando al abismo
Say something, say something, anything.
I've shown you everything, give me a sign...
A pesar que Lorena era ahora su amiga y paraban juntas en todas las clases, Carolina seguía teniendo problemas para acercarse a Santiago.
Quería preguntarle a Lorena cosas sobre él, pero no le tenía confianza. Carolina no era de ésas personas que confiaban su vida amorosa a cualquiera, como sí es la gran mayoría de chicas. En el pasado, confiar en gente que recién conocía no le había traído buenos resultados. Temía que Lorena le dijera algo a Santiago y arruinara su plan de acercamiento.
Viviana pensaba de otra manera. Carolina le contó sobre Santiago casi tartamudeando. Le daba vergüenza hablar sobre los chicos que le gustaban. Siempre había sido así, desde el colegio. Se acordó de un episodio terrible en tercero de secundaria, cuando comenzaron a fregarla con un chico que recién había entrado a clase ese año, de quién ella se había hecho amiga. El chico era un imbécil, pero Carolina no se dió cuenta de eso hasta que un día la llamó gorda y comenzó a burlarse de ella cuantas veces pudo. Años más tarde, vió al mismo fulano parado en un esquina de Javier Prado con los ojos desorbitados y sin la más mínima idea de dónde estaba, tanto así que no reconoció a Carolina cuando pasó a su lado.
Viviana le recomendó que le contara a Lorena. Si era su amiga, entonces seguro debía saber cosas de él, como por ejemplo, si tenía novia o no.
- Seguro que debe tener novia- exclamó Carolina.
- ¿Por que?
- No sé...
Viviana se desesperaba cuando Carolina hacía esas suposiciones negativas sobre las cosas. Así era siempre. Asumiendo que las cosas irían mal para ella. Que siempre había un impedimento que la obligaría a desistir. O más bien, una razón para rendirse. A veces miraba a Carolina y pensaba que si se hubieran conocido ahora tal vez no la aguantaría, sobretodo por su indesición para su vida sentimental. Siempre era igual. Carolina podía tomar decisiones fuertes sobre muchas cosas en su vida, pero cuando se trataba de chicos, siempre se tiraba para atrás.
- Bueno, yo te digo que le preguntes, pero no así de frente, sino medio caleta, como llevando la conversación a ese punto, ¿me entiendes?
Carolina la miró y asintió.
- Bueno, es una sugerencia. Ya tu ve que haces...
Carolina estaba decidida a preguntarle a Lorena. Incluso ya había elegido en que clase lo haría (la única que no compartía con Santiago también), y bajo que pretexto le sacaría esa valiosa información. Había pensado en ese escenario varias veces, sentada en la combi que la dejaba en la puerta de la universidad. Pero ese momento nunca llegó.
Carolina llegó a clase un día y no había nadie más que Santiago, que ojeaba una revista sentado en una de las carpetas. Supo en ese momento que ése era el momento que estaba buscando para finalmente acercarsele. Pensar en una conversación en su cabeza no la iba a ayudar. Pensar cualquier cosa no la iba a ayudar. Ella siempre tenía una tendencia terrible a pensar mucho y no actuar nada. Su cabeza le decía que corriera, su cuerpo seguía avanzando hacia la carpeta, hacia Santiago que seguía ojeando la revista, totalmente ignorante de la batalla que libraba Carolina para hablarle. Ese escenario se repetiría muchas veces después, en otros tiempos y en otros lugares. Finalmente llegó a estar muy cerca de él, en la carpeta contigua. Dejó caer su mochila en la mesa, para llamar su atención.
Santiago levantó la cabeza.
- Hola - le dijo Carolina.
- Hola -dijo él.
-¿Que lees? - exclamó ella e inmediatamente se sentó a su lado a mirar lo que tenía en las manos.
Carolina se sorprendió de ese arranque de seguridad. Normalmente le tomaba cinco o seis encuentros más para sentarse tan cerca de él, pero bueno, sintió que ese momento lo merecía... ¿Cuantas otras veces podía tenerlo solo en un cuarto para ella? ¿Sin nadie alrededor que pudiera interrumpirlos? Debía aprovechar esa oportunidad como sea. Siguió los consejos que le había dado Viviana, que tenía más experiencia que ella en esos asuntos y había tenido la paciencia de darle algunos tips.
"Sonríe mucho, y míralo a los ojos...Y sonríe sobre cualquier cosa, osea no como tarada, pero sonríe y arruga la nariz, esas huevadas les gusta, créeme. Trata de ser coqueta, pero no hagas algo que te resulte extraño, porque no te va a salir natural".
Santiago se acomodó en el asiento y tosió un par de veces. Carolina pensó que lo había puesto un poco nervioso la cercanía. Se sintió vencedora de algo, como si hubiese roto alguna barrera invisible. Ante esa muestra de victoria, siguió adelante con los consejos de Viviana. Sonrió, señaló cosas en la revista y casi como por arte de magia, Santiago estaba sonriendo con ella y haciendo comentarios sobre lo que decía.
Habían sido un par de minutos, pero para Carolina la conversación fue decisiva. En ese momento le parecio que había marcado un hito, la primera coordenada de una historia que tendría que tener un final feliz. Mucho después de eso, hizo un esfuerzo para recordar esa primera vez y entendió lo ingenuo de su deseo.
Esta mesa me parece paja, esta silla debe ser recontra incómoda, ¿que es eso? ¿una piscina?, estos muebles están de la puta madre. Eso no constituía una conversación profunda, ni mucho menos un hito en nada, pero Carolina quería creerlo así. Estaba decidida. Santiago tenía que ser. Le gustaba como hablaba, como era él, su aspecto, y además era bueno en lo que hacía, salía siempre con buena nota en clase. Ya está, pensó, lo encontré.
Antes que pudieran seguir hablando, otras personas comenzaron a llegar y varios amigos de Santiago que se sentaron a su lado. Santiago tiró la revista a un lado y se puso ha hablar con ellos, ignorando completamente a Carolina. Ella se sintió mal, pero entendió que la conversación había terminado y que era tonto de su parte pensar que iba a dejar de hablar con sus amigos por seguir señalando tonterías en una revista. Igual, se sintió levemente decepcionada. Suspiró y se acomodó en su carpeta esperando que Lorena apareciera.
Como era usual, llegó tarde y con aspecto de haber corrido por kilómetros, vistiendo su pijama -o lo que parecía una pijama al menos- con el pelo amarrado en un moño terriblemente mal hecho, sin maquillaje y puteando sobre las combis, los cobradores, el tráfico, entre otros. Luego de su monólogo sobre la mierda que es el transporte en Lima, Lorena miró a Carolina y le preguntó si le sobraba un lapicero, porque había salido tan rápido de su casa que no había llevado nada. Mientras Carolina buscaba, Lorena aprovechó para hablarle sobre el último lío que tenía con su novio. El tipo había estado extrañamente distante y ella le había reclamado su actitud. Después de unos minutos de respuestas esquivas, el tipo le confesó que lo que le había molestado hace un tiempo de ella era su mal aliento y le sugirió que se lavara los dientes antes de saludarlo o que se compara mentitas.
Carolina asentía pero seguía pendiente de Santiago, de cómo de pronto parecía una persona diferente cuando hablaba con sus amigos. Luego se contestaba ella misma, y lo justificaba. Después de todo, sólo habían hablado esa única vez, todavía no lo conocía bien. Lorena ahora hablaba sobre su mamá, algo sobre la limpieza de su cuarto, pero ella la escuchaba por partes y asentía de cuando en cuando, para que Lorena no sospechara que no le prestaba atención.
Lorena era cinco años mayor que Carolina. Había dejado de estudiar, como casi todo el mundo, porque no tenía dinero y regresó luego de dos años de atender teléfonos en un Call Center. Lorena era la mayor de la clase y al mismo tiempo, la más inmadura. Carolina la miraba con horror cuando se le ocurría hacer globos de chicle enormes y reventarlos para luego rasquetear el pegoste de su cara por largos y tortuosos minutos. Le encantaba hacer eso entre clases, sentada en una mesa, mientras esperában al profesor del siguiente curso.
Además de eso, tenía una fijación con ciertos alumnos, porque eran según ella misma decía "unos cholos huachafos". Los miraba llegar, se volteaba hacia Carolina y hacía una mueca de asco. Luego los miraba hablando, levantando la mano en clase, o riéndose de alguna cosa y los imitaba a sus espaldas. Tenía una obsesión particular con uno de ellos. Se llamaba Gulliver, vestía formal, con camisa, saco y pantalón de pliegues, lo cuál sacaba de quicio a Lorena. Lo que más le jodía era su forma de hablar, siempre de forma articulada, solemne, como si en cada sílaba estuviera diciendo algo profundo y reflexivo, siempre cuidando de esconder algún acento andino. Siempre levantaba la mano para responder primero o acotar algun dato interesante sobre el tema de la clase. Cuando hacía exposiciones, se demoraba más de la cuenta y se sacaba más nota que todo el mundo. Hablaba con palabras que luego había que buscar en un diccionario para saber que quería decir. Se esforzaba más de la cuenta, siempre.
Un día, Gulliver cometió el error de levantar la mano en clase para pedir permiso para un receso.
- Profe -exclamó frunciendo el ceño- el tema está interesantísimo, pero creo que sería bueno tener un breve "brick".
Nadie entendió que quería decir con "brick". La clase entera miró consternada al profesor, pensando que quizá él si sabría que significaba eso. Como tampoco había entendido, el profesor le pidió que repitiera la pregunta. Gulliver, un poco nervioso, trató de explicarse y reemplazó la palabra "brick" por receso. Luego de un par de segundos, Carolina entendió que Gulliver en realidad quería decir "break" pero no sabía pronunciar la palabra o la había escuchado decir a alguien de esa forma. Como sea, era un error estúpido. Pero fue la ocasión perfecta para que Lorena se burlara por semanas de ese error. No sólo lo hacia entre sus conocidos. Levantaba la mano e imitando un poco la forma de hablar de Gulliver, pedía permiso para un "brick".
Carolina la aguantaba porque quería estar cerca a Santiago y porque no tenía con quién más estar en las clases. Lorena no era enteramente mala, pensaba Carolina. En sus buenos días era graciosa, habladora y siempre era bueno tener una amiga así cuando se era tímida por naturaleza. Entre los recesos Santiago se acercaba a Lorena para hablarle de cualquier cosa. Carolina lo miraba, esperando tener espacio para decirle algo. De vez en cuando él la miraba, pero solo por unos segundos, luego regresaba a hablarle a Lorena. Parecían conocerse de tiempo. Santiago la trataba como si fuera un hombre más. Lorena no se molestaba con ese trato, lo aceptaba normal y sin problemas.
Pasaron unas semanas desde la vez en que había hablado con Santiago, esa donde había marcado un hito y donde Carolina suponía que empezaba eso de dar vueltas uno alrededor del otro. Quería que algo sucediera, que Santiago hiciera al menos el intento de hablarle, pero nada. Las clases marchaban de manera regular. No tuvo oportunidad de hablar de nuevo con él antes de la clase. Siempre que llegaba lo veía hablando con alguno de sus amigos o él llegaba después de ella. Se frustraba pensando en que las cosas se iban a estancar, que esa conversación se le iba a olvidar, que no había dejado en claro su intención, su interés.
Luego, como sería por los años siguientes, Santiago hizo una movida inesperada y fortuita. Carolina ya había comenzado a hacerse la idea de que nada pasaría, que seguro él estaba interesado en otra persona, o que no le interesaba Carolina realmente. Estaba olvidándose ya de su ímpetu, de sus ganas, de que había elegido a Santiago, de pensar que el destino lo había unido nuevamente y una serie de creencias, cuando de pronto, en uno de los recesos, Santiago se para a su lado y le pide un cigarro.
Carolina se lo da, esperando con el corazón bombeando, a que Santiago dijera algo. Primero dio vueltas hablando sobre clases, sobre los trabajos, y cosas así. Ella contestó las preguntas recordando los consejos de Viviana, pero luego se sintió medio estúpida. ¿Que quería realmente preguntarle? ¿Había venido ha hablarle de clases y trabajos? Santiago seguía dando vueltas y vueltas mientras terminaba de fumar el cigarro, hasta que lo lanzó al suelo y lo apagó con la suela de su zapatilla. Entonces dijo:
- ¿Y que planes para el fin?
Faltaban tres días para el fin de semana, tres días para Halloween y todo el mundo hablaba de ir a alguna fiesta. Carolina recién acaba de recordarlo y no tenía ningún plan, de ningún tipo. Probablemente quedarse en su casa o la de Viviana, que tampoco tenía planes -al menos no le había comentado nada- viendo alguna película de terror de las que pasan por cable, comiendo tortees y tomando cerveza echadas en los sillones.
- Mmm... nada... -dijo Carolina, dudando un poco. Pensaba que si decía que tenía planes iba a rechazar automáticamente cualquier invitación a algo; pero si decía que no tenía nada y él no la invitaba a hacer algo, quedaría como una lorna. Santiago asintió y no dijo nada, así que Carolina le preguntó- ¿Y tu?
- Algo en la casa de una amiga -respondió.
Ni invitación, ni nada. Y encima, había sembrado la duda. ¿En la casa de una AMIGA? ¿Que amiga era esa? ¿Sería una amiga nomás o una amiga con derechos? Carolina asintió y comenzó a preguntarse cosas a sí misma, como si pudiera obtener una respuesta a esas preguntas, como si valiera la pena atormentarse de esa forma.
Luego de que terminó la clase, Carolina salió caminando con Lorena y no se dijeron mucho. Se olvidó de preguntarle si iba ha hacer algo, y Lorena no le preguntó nada tampoco. Antes de despedirse en la entrada de la universidad, Lorena pareció querer decir algo. Carolina tuvo esa sensación los días siguientes pero no pudo comprobar la razón hasta mucho después.
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