#ElPerúQueQueremos

4. Carolina y Santiago: Inevitable

Publicado: 2010-03-19

Little darling, it's been a long cold lonely winter

Little darling, it feels like years since it's been here

Here comes the sun, here comes the sun

and I say it's all right

Carolina entró por las puertas de la facultad y subió los cuatro pisos hasta el aula donde le tocaba su clase de los lunes. Cada vez que subía los escalones se prometía a si misma que iba a dejar de fumar tanto. Llegaba jadeando al ultimo escalón, casi como si hubiese dado tres vueltas consecutivas a todo el campus. Se arrastraba hacia la puerta de la clase cuando vio a Santiago caminando en su dirección. Recordó de golpe la extraña conversación con Lorena. No sabía si preguntarle algo a Santiago. Al menos le preguntaría que tal el fin de semana. Caminó a su encuentro y antes que pudiera levantar la mano y saludarlo, Santiago dio un giro y entró al salón de clases, ignorándola completamente.

Carolina sintió un pequeño golpe en el pecho. No estaba muy segura de lo que había pasado. ¿Santiago la había visto y la había ignorado? ¿O era su timidez la que le jugaba una mala pasada? En ese momento podría jurar que Santiago la miró a los ojos y se volvió sin decirle nada, como si no la conociera.

Entró a clase y vio a Lorena hablando con él y otros chicos de la clase. Carolina se sentó detrás de ella, porque era la carpeta vacía mas cercana y acomodó sus cosas. Los escuchaba hablando sobre algo que había pasado, probablemente el fin de semana. Lorena se volvió hacia Carolina, le sacó la lengua y sonrió, como si todo estuviera bien entre las dos. Carolina sonrió por defecto y acomodó su cuaderno. Miró a Santiago un rato, pensando en lo raro que había sido ese instante en la entrada de la clase. Se convenció que había sido un mal entendido.

Terminada la clase, todos caminaron hacia fuera del salón. Lorena y Santiago hablaban ignorando a Carolina, mientras ella luchaba por meter todas sus cosas en su mochila. Se reían y se hacían bromas, hasta que Santiago exclamó que ya tenía que irse. Se despidió de Lorena como siempre "Hablaos", sin mirarla a la cara y se fue caminando por el pasadizo de la facultad. Carolina lo vio alejarse sin mirar atrás, sin decir hola, chau, nada. Viviana le diría mas tarde que "Los hombres son así, Carolina, unas bestias, unos trogloditas, no te lo tomes a pecho". Carolina no quería entender. Sabía que algo andaba mal. Las cosas no se daban gratuitamente, no era una coincidencia que de pronto Santiago la ignorara. Algo había sucedido. Lo podía sentir. Sobretodo cuando miraba a Lorena. Sonriendole, tan falsa. Pretendiendo ser su amiga.

Comenzó a mirarla con más cuidado. Lorena siempre se jactaba de ser amiga de muchos hombres, de no querer ser una "lady", e incluso contaba algunas cosas que a Carolina le daban asco, como que ese día no había tenido ganas de bañarse, o que se había puesto el mismo polo que el día anterior. Siempre quería dar la impresión de que ella era así porque le daba la gana, no porque en verdad quería ocultar el hecho que se sentía tremendamente acomplejada con su estatura (no medía más de 1.60), con el hecho de que siempre había sido gorda (pasaba de ser morbidamente obesa a estar obesa, nunca en la talla que debía de estar), que su pelo crespo la desesperaba (trataba con miles de productos de laciarselo, Carolina los había visto en el baño de su casa).

Lorena actuaba en función de lo que le quedaba muy lejos o era mucho para ella. Si no usaba falda, no era porque sus piernas eran dos palitos deformes, sino porque "solo las viejas usan faldas, los pantalones son mucho más cómodos". Si nunca usaba polos de tiras o sin mangas no era porque tenía los brazos gordos, sino porque, como le dijo una vez a Carolina para prevenir que ella si los usara "Se te ve blanca, pálida, se te ven las venitas", con una mueca de asco en la cara. Si no usaba tacos no era porque cuando los usaba parecía un robot bizco, sino porque los tacos son incómodos y además te hacen ven "...demasiado alta. Carolina tu ya eres alta, ¿para que quieres verte más alta? A los hombres eso les molesta, ah".

Lorena tenía novio pero según sus mismas palabras a veces le daba asco. Siempre había algo de él que le molestaba. Que no era lo suficientemente alto, que no era lo suficientemente gracioso, que no ganaba lo suficiente. Además era parte de su grupo de amigos del colegio, y daba a entender que estaba con él por defecto, porque estaba ahí siempre, porque alguien más de su grupo no le había hecho caso. Él la trataba igual y Lorena le aguantaba todo. Que no la llamara a veces, que se desapareciera, que discutiera con ella delante de sus amigos.

Así era ella con todos los hombres, los que ella llamaba "amigos". Carolina no sabía bien qué había empezado primero, si ellos la trataban mal y ella se aguantaba, o si ella los trataba mal y ellos eran recíprocos den su trato. No la llamaban, la ignoraban a veces, la maltrataban en otros casos, le ponían apodos burlones. Lorena no era una persona agradable. Carolina apenas comenzaba a darse cuenta. Primero le daba pena, porque los demás la trataban mal, pero luego que comenzó a toparse con su lado oscuro, le caía tan mal como a los demás. Uno de sus amigos del colegio la había llamado una vez "el pingüino", cuando intentó ponerse un vestido negro con blanco para salir un fin de semana. No la dejaban en paz, y era por una razón. 

Carolina comenzó detestar a Lorena. La odiaba mucho, pero por las razones equivocadas. Si bien era cierto que Lorena era irritante y odiosa, tenía la forma de llevarse bien con Santiago. Carolina los miraba hablar y reírse y añoraba esa intimidad. Recordaba que hace mucho tiempo atrás, cuando estaba en el colegio, había tenido amigos así, con los que simplemente tenía química, y podía decirles las cosas que se le ocurrían sin sentirse una completa estúpida, que compartían los mismos gustos por la música y cosas así. Se enamoró (o al menos pensó que se había enamorado) de uno de ellos. Él nunca le hizo caso, eventualmente se le pasó ese amor platónico y siguieron siendo amigos por lo que restó del año escolar. Cuando miraba a Lorena con Santiago sentía que ella también podía llevarse bien con él, si no fuera una persona tan tímida y si Lorena la ayudara un poco. Pero eso era imposible. Lorena estaba decidida a estar siempre al medio. Además, cada vez que Carolina decía algo, Santiago miraba para otro lado. Eso la desesperaba. No le quedaba otro papel que estar parada a un lado, mirando el espectáculo, sintiéndose fuera de lugar, fuera de sintonía. No sabía si odiar a Lorena y alejarse de ella, si desechar a Santiago que había elegido como deporte ignorarla.

Una vez lo encontró parado solo afuera de la clase. Le preguntó sobre un trabajo que había presentado y él ni la miró a la cara. Miraba a cualquier parte, como si estuviera esperando que alguien llegara. Carolina seguía insistiendo, pero Santiago parecía incómodo, fastidiado con su presencia. Ella no comprendía, ¿que había hecho mal?

Lo peor era cuando estaba Lorena. Carolina llegaba y los veía sentados en clase, conversando de algo. Ponía sus cosas en una carpeta contigua y los escuchaba hablar. De pronto Lorena se reía exhalando aire, como imitando a un burro.

Santiago se reía y exclamaba:

- Así te ríes cuando algo te da mucha risa.

Carolina exclamaba lo primero que se le ocurría:

- Pareces un burro -y luego se daba cuenta que había dicho algo fuera de lugar, que no tenía sentido. Ambos la miraban un rato y luego hablaban de otra cosa. Ella ya no sabía que hacer. No podía pensar claramente. Quería ser mejor que Lorena, ganarle en su propio juego, pero era imposible. Si no decía alguna tontería, simplemente no decía nada y nadie la tomaba en cuenta.

Pero de pronto, cuando pensaba que ya no podía salvar la relación que hubiera podido tener con Santiago, de pronto, un dia en que Lorena no vino a clases, fue él quién se le acercó ha hablarle. Le pareció casi milagroso que Santiago le dijera algo, después de meter la pata tantas veces, de decir cosas absurdas en medio de la nada, de quedarse callada como un monigote parada al lado de Lorena.

- Oye, ¿has hecho algo para la clase?

Carolina tardó un segundo en voltear y percatarse que era ella a quien le hablaba.

- Eh, si, si, traje algo, unas cosas que investigué por ahí. ¿Tu has traído algo?

- Nada, me salió una chamba y no tuve tiempo...

- ¿Estas chambeando?

- Si, es algo que me consiguió un tio, son unos meses nomás.

- Ah, que paja.

- ¿Que, y que has traído? -dijo, señalando la carpeta que Carolina tenía en las manos.

- Nada, unas cositas... - le mostró el archivo que tenía con varias imágenes. Había que investigar sobre los espacios públicos en las ciudades.

- ¿Unas cositas? Ya está toda la investigación acá, ya aprobaste con esta huevada.

Carolina se comenzó a reír.

- Nada que ver, son cosas que encontré por ahí.

- Eres una chanconasa, que bestia.

- Ya, ya, un poquito, puede ser...

- ¿Y donde sacaste estas fotos, ah?

- Estas me las copié de la clase de ciencias sociales.

- Ah, ya, con razón pues, te copias todo de las clases... Así cualquiera...

Santiago seguía muy divertido ojeando todo el archivo de Carolina. Ella comenzó a olvidar todo, que la había ignorado deliberadamente, que no le había hablado para nada cerca de un mes. Santigo le decía un par de palabras y Carolina caía rendida. Él era perfecto para ella. No entendía más. No quería más. Lo miraba como si hubiera encontrado algo que nadie más tenía.

La clase pasó rápido. Carolina salió caminando con Santiago hasta la parada del micro. "No sean tan chancona siempre pues, sino nos haces quedar mal a todos", le dijo a la hora de despedirse.

Carolina pensó en eso todo el camino de regreso a casa. Era Santiago, no había nada más. Lorena podía ser todo lo que quisiera, podía intentar hacer de todo, pero al final era inevitable. Santiago era para ella, y ella tenía que ser para él. Antes de regocijarse en su pequeña victoria, Carolina comenzó a pensar que había pasado para que Santiago volviera a hablarle. ¿Que había cambiado? Lorena no había ido. Eso es, pensó, tengo que sacar a Lorena de en medio, es ella, tiene que ser ella.

Carolina tenía un propósito, una meta. No sabía cuan equivocada estaba, cuan errado era su camino.

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