#ElPerúQueQueremos

5. Carolina y Santiago: Círculo vicioso

Publicado: 2010-03-23

I don't like you

But I love you

Seems that I'm always thinking of you

Oh, oh, oh, You treat me badly

I love you madly

You really got a hold on me...

Viviana se moría por conocer a Santiago. Pensaba que debía ser un tipo especial, aunque Carolina siempre solía ilusionarse muy rápido y con mucha fuerza, en este caso era peor. Si Viviana hubiera sabido toda la historia de Santiago, tal vez hubiera hecho algo por Carolina antes que todo estallara en su cara. Mucho tiempo después, cuando lo vio en aquella reunión, se sorprendió de que fuese un tipo tan normal. A ella nunca le hubiera llamado la atención. No era nadie. ¿En que pensaba Carolina? ¿Que era lo que tanto le gustaba? Viviana hizo un esfuerzo por verle algo que fuese único, diferente, atractivo. A sus ojos era un chico normal, inseguro, inmaduro, medio tarado. Circuló a su alrededor esperando escuchar de él algo que le diera una pista, pero nada. Lo que ella vio era muy diferente a la impresión que había tenido a través de lo que Carolina le contaba.

Carolina seguía empeñada en agradarle a como dé lugar. Se había obsesionado con la idea que Lorena estaba tratando de meterse en medio de los dos. Esa duda creció en base a dos cosas. La primera, que cada vez que Santiago quería hablarle de algo a Carolina, Lorena respondía por ella. Viviana siempre le reclamó ese hecho.

- ¿Como puedes dejar que te haga eso? ¿No la puedes mandar a la mierda?

- Pero es que se va a ver mal...

- Mierda, ¿como que se va a ver mal? Nada, la mandas a la mierda, le dices que se calle, que tu puedes hablar por ti misma, que no necesitas de nadie... Ah, es que tu eres así pues, incapaz de poner a la gente en su lugar...

- Me haces sentir mal...

- Es que no puedes ser así... Bueno, no sé, yo soy diferente...

La segunda cosa que le molestaba sucedió un día que llegó a clase y vio a Santiago hablando con una chica desconocida. Carolina nunca la había visto en clase, ni siquiera en algún otro lado de la facultad.

- Es una maldita zorra -le contó a Viviana.

- ¿Que hizo?

- Lo manoseó... en mi cara -exclamó Carolina.

- Aguanta, ¿como que lo manoseó?

- Le puso la mano en el brazo -dijo Carolina e imitándola como si delante de ella estuviese Santiago- comenzó a sobarle el brazo mientras le hablaba. Hija de puta...

- Asu mare...

- Si... estoy cagada.

Carolina la miraba de lejos, pensando que cosa era lo que podía atraerle a Santiago de una mujer como ésa. Tenía ciertos rasgos negros, pero era de tez clara, ojos grandes y el pelo más crespo que había visto en toda su vida. Lo usaba en un corte como el de Mafalda. No era bonita, pero tenía esa forma de caminar de las mujeres que han recorrido cierto camino. Antes que ella, sus tetas entraban por la puerta principal, anunciando su llegada. Carolina la miraba como un perro rabioso cada vez que la veía acercarse a Santiago. Ella nunca podría ser así. Avanzaba a un paso que era imposible de seguir. Santiago parecía complacido.

- Claro, cualquier hombre estaría feliz -dijo Viviana.

Carolina estaba consternada. Se sentía una imbécil. Una chica tonta, inexperta. Todo aquello incrementado por la sensación de ser la última chica virgen que quedaba en el universo. Eso era una exageración, pero ella lo sentía así. No se lo decía a nadie, pero sentía que otras chicas tenían esa ventaja sobre ella. Viviana siempre le insistía que ser virgen no tiene porque limitarla. Ella sabía que eso era falso. Que su amiga se lo decía por compasión, por pena. Su rabia aumentó exponencialmente cuando vio que Lorena y la zorrita eran amigas. Para este momento, Carolina detestaba todo lo que tenía que ver con Lorena. La odiaba con toda su alma, pero era incapaz de hacerle algo, decirle algo, o actuar en su contra. Viviana siempre la animaba a cometer, al menos, algún acto de vandalismo contra sus cosas. "Tienes que descargar por algún lado", le decía en tono de broma.

Cualquier cosa que Viviana decía era en vano. Carolina siempre había sido terca, pero ahora había empeorado. Sólo quería que alguien la escuchara y le dijera que todo iba a estar bien, que ella estaba bien y que simplemente tenía mala suerte. Cualquier cosa que fuera en contra de esa visión que tenía de su mundo le molestaba y se rehusaba a escuchar. ¿Porque cuando las cosas debían salir bien todo se iba a la mierda? Carolina culpaba a Lorena de todo. Estaba segura que ella estaba escondida detrás de todas esas acciones, que era una mujer envidiosa que en verdad quería quedarse con Santiago, pero como eso nunca pasaría, se las ingeniaba para serrucharle el camino a ella.

- Si, eso es seguro -le dijo Viviana.

- ¿En serio? ¿No crees que soy una loca por pensarlo?

- No, creo que tienes razón. Esa tipa es rara, es una acomplejada. Esa gente nunca es buena, no puedes confiar en una persona así. Seguro que le gusta Santiago.

- Supongo que si.

Viviana miraba a Carolina con preocupación. La veía pasar de la felicidad extrema a la miseria total. Le decía que olvidara a Santiago, que no era bueno meterse con tipos así. Pero Carolina ya estaba decidida. La actitud de Santiago no hacía otra cosa que incentivar su obsesión. Siempre hacían el mismo ritual. Carolina llegaba a clases y lo veía sentado en una de las carpetas, hablando con alguien. Cruzaban miradas a lo lejos sin saludarse.  Se sentaba en una carpeta vacía. Si era una clase donde tocaba criticar parte del trabajo, se dedicaba ha avanzar mientras esperaba a que el profesor la llamara. Esperaba un rato, hasta que de pronto Santiago se aparecía delante de ella, dando pasos nerviosos, con los brazos cruzados, y le hacía alguna pregunta sobre su diseño. Hablaban un rato, ella le preguntaba sobre el suyo. Luego se retiraba a mirar la crítica de los demás y Carolina regresaba a su diseño. De vez en cuando, lo encontraba fuera de la clase, y él le preguntaba como le había ido en la crítica. Así estuvieron varios meses, en intermitente contacto.

Carolina se desesperaba. Quería que las cosas avanzaran más rápido. Los días se le hacían interminables, y las pocas horas en que veía a Santiago, cortas. Un día él  le pidió su correo para agregarla al msn. Carolina inmediatamente pensó que si no podía hablarle en clases, al menos lo haría por ahí. A veces hablaban, mientras hacían un trabajo, y compartían un par de ideas sobre que presentar en clase. Ahí fue donde Carolina se dió cuenta que Santiago tenía sensibilidad para esas cosas. Le pasaba alguna dirección sobre un diseño interesante que le había llamado la atención. Aparte de eso, Carolina estaba atenta a la música que escuchaba. Chequeaba constantemente el mensaje de su messenger. Sus gustos oscilaban entre el rock de los setentas, beatles, rolling stones, pink floyd, the doors, hasta algunas cosas mas noventeras como el grunge, nirvana, pearl jam, entre otros. Carolina había hecho un checklist imaginario donde comparaba las cosas que le gustaban a ella y las cosas que le gustaban a él. Se sentía feliz al comparar que casi tenían los mismos gustos. Esas cosas le hacían creer que Santiago era el indicado para ella. Afianzaban su obsesión, que crecía a la par con las veces en que Santiago pasaba a su lado en el pasadizo de la universidad y no la saludaba, o prefería hablar con la zorrita o con cualquier otra chica que se le acercara, o incluso a veces cuando le hablaba por el messenger y se desconectaba sin decirle nada.

Carolina dejó de contarle a Viviana. Se sentía juzgada por ella. Se aguantaba sola el vaivén al que Santiago la tenía acostumbrada. Un día lo odiaba profundamente, otro dia lo comprendía, la siguiente semana lo adoraba, la semana que seguía lo volví a odiar. De todas formas, él era su constante de siempre. Lo tenía en la mente hasta cuando no tenía nada que hacer ahí. Pensaba en cómo sería estar con él, como sería su familia, como sería su casa, como sería su cuarto. Lo miraba a la distancia cuando él no se acercaba ha hablarle. Todavía tenía timidez para ir y entablar conversación con él. No sabía que decirle y se ponía muy nerviosa. Cuando él se acercaba, ni siquiera ha hablarle, simplemente se acercaba a donde estaba, su corazón comenzaba a palpitar con mucha rapidez y a veces le temblaban un poco las manos.

En los momentos en que lo adoraba, ella se sentía culpable de todos sus desaires. Culpaba a su timidez, que la hacia ver muy parca a veces porque no se le ocurría que decir y se quedaba callada. Se mataba pensando que cosa había hecho mal, que tal vez le hablaba mucho, que tal vez le hablaba poco, que no debió reírse de algo que él había dicho, que debió sonreírle mas, que debió sonreírle menos, que si se le hubiera ocurrido decirle algo, que tal vez no debió decirle nada... Todo estaba mal, todo lo que ella hacía era cuestionable.

Luego Santiago dejaba de hablar, de buscarle conversación, de acercarse. En esos momentos lo odiaba, se decía a si misma que debía de salir de ese círculo vicioso. Se convencía a si misma que no le gustaba a Santiago, que era demás y que lo único que quedaba era olvidarlo. Tal vez era su único momento de lucidez, en el que realmente aceptaba que no era sano que alguien controlara (consciente o inconscientemente) sus sentimientos. En el fondo no quería olvidarlo. Fue en ese momento en que dejó de contarle cosas a Viviana. Ella no comprendía lo que le pasaba. Viviana era tan simple para sus relaciones. Nunca se hacía problemas en olvidarse de un hombre. Era fuerte y ella no. Contarle algo sólo serviría para que la llenara de reclamos, con frases como "En tu lugar yo hubiera...". Carolina detestaba eso. Detestaba el aire de supremacía que tenía Viviana sobre su situacion. Pensaba que ella era insesible, que consideraba absurdos aquellos sentimientos que Carolina guardaba.  

Las cosas llegaron a un punto álgido un día en que Santiago la esperaba fuera de la clase. Ese día tocaba criticar con el profesor, lo que significaba que no había clase y uno podía retirarse cuando quisiera. Ese día, Carolina decidió concentrarse en su trabajo, que como era usual para ella, pendía de un hilo, porque siempre se demoraba mucho en pensar en el concepto general y llegaba tarde a la etapa de desarrollo. Eso le funcionaba bien porque así se concentraba al máximo y no tenía cabida para deslices, tales como revisar constantemente que Santiago se metiera al msn, o mirar frenéticamente el facebook buscando alguna de sus actualizaciones. Se sentía en equilibrio cuando ponía todas sus energías en su trabajo.

Con esa actitud, guardó sus cosas, salió fuera de la clase y lo vio. Santiago esperaba en el pasadizo vacío. Meses después, cuando Carolina recordó la sucesión de hechos, todo apuntaba a que él había salido a propósito. Así lo pensó por mucho tiempo, hasta que en algún momento decidió que de ser así no cambiaría su historia para nada. En ese momento, Carolina pensó que lo saludaría y luego seguiría adelante, que él probablemente no le preguntaría más, que no trataría de hacerle conversación ni nada. Santiago la saludó animado. Inmediatamente le comenzó ha hacer preguntas sobre su trabajo, su crítica, sus cosas. Carolina se sorprendió por su repentino interés. Hablaron de muchas tonterías hasta que en un momento fue ella quien le preguntó que iba ha hacer el fin de semana.

- Voy a la fiesta por fin de parciales, ¿tu vas a ir?

- No sé - como era usual, ni siquiera se había percatado que había una fiesta y que era ese día- puede ser...

- Deberías ir -le dijo, mirando al suelo, pateando la colilla del cigarro que acababa de tirar.

Hablaron un rato más y se despidieron. Carolina no perdió un segundo y llamó a Viviana. En su cabeza solo podía escuchar: Deberías ir, deberías ir, deberías ir, deberías ir, deberías ir... Viviana no contestaba su celular. Miró la hora. Era temprano. Caminó al primer piso, donde había visto días antes el poster que anunciaba la fiesta. Apuntó la dirección y caminó lo más rápido que pudo al paradero. En el camino se encontró con Lorena. Ya casi ni hablaban. Un par de veces coincidieron en el paradero, pero tomaron rutas distintas. Carolina estaba emocionada por la corta conversación que había tenido con Santiago. Todavía sonaba en su cabeza: Deberías ir, deberías ir, deberías ir... Habló brevemente con Lorena, y estaba de tan buen humor que incluso sonrió. Le preguntó si iba a la fiesta y Lorena le contestó que probablemente sí.

- Entonces nos vemos allá -dijo con toda seguridad, y siguió su camino al paradero. ´

En el micro seguía insistiendo al celular de Viviana y nada. Llamó a su casa y contestó su papá, que acaba de llegar del trabajo.

- Carito, ella ha salido.

Carolina odiaba que le dijeran Carito, pero así la llamaba el papá de Viviana desde que tenía seis años y ya era muy tarde para cambiarlo.  

- Ah... ¿y sabe a que hora regresará?

- Me dijo que tarde, salió con un amigo suyo.

La ignorancia del papá de Viviana le exasperaba. Toda la vida dejaba que ella saliera con cualquier tipo, sin siquiera saber quién era. Siempre era "un amigo". ¿Sabía su nombre? Probablemente no. Se sintió tan frustrada que casi le cuelga.

- Ya, la llamaré a su celular.

- Si mejor.

Volvió a intentar a su celular y nada. Llegó a su casa sin saber que hacer. Llamó a Gabriel, con quien no hablaba desde aquella noche de halloween, pero la mandó a volar porque estaba cansado y no tenía ánimos para salir. Colgó el teléfono exasperada. Llamó a Lucía, pero era como si la red de teléfonos celulares estuviera averiada. No contestaba tampoco y además hace como seis meses que no hablaba con ella. Intentó una vez más con Viviana. Finalmente le contestó.

Había mucha bulla y casi no la escuchaba.

- ¿Donde estás? - le gritó. 

- No te puedo hablar ahora, ya te cuento... - y luego la llamada se cortó.

Carolina daba vueltas en su cuarto buscando la forma de ir. Cada vez más sonaban las palabras en su cabeza: Deberías ir, deberías ir, deberías ir... En un intento desesperado, llamó a Lorena. Le contestó luego de varias timbradas.

- Lorena, ¿donde estás?

- Ahorita estoy en casa de una amiga de mi cole...

- ¿No vas a ir a la fiesta de parciales?

- Si, pero fácil mas tarde todavía.

Carolina miró el reloj de su mesita de noche, eran las 10:30.

- Cuando estés saliendo, ¿me das una timbrada, para encontrarnos allá? -dijo, con el dolor de su corazón, porque lo último que quería era aparecer con Lorena o estar cerca de ella. Pero no tenía otra opción. Santiago había hecho un avance, había dado señales de vida, tenía que ir.

Lorena le contestó luego de varios segundos.

- Ah, ya, pero no sé todavía si voy a ir, ah...

- Bueno, si vas, llámame.

Se despidieron y colgó. Su plan era débil. Intentó de nuevo con Gabriel, pero no le contestó. Estar con él tampoco significaba mucho. Normalmente los hombres ni siquiera la miraban cuando estaba al lado de él, y mucho menos se acercaban a hablarle. Debía estar con alguien neutral, otra amiga, o algun conocido de ambos. Por eso Lorena parecía ser una opción, aunque ir con Viviana le daría mas fuerza. ¿Donde mierda estaría?

Carolina se echó sobre su cama. Las horas pasaron y Lorena nunca la llamó. Eventualmente se quedó dormida. Al día siguiente se despertó como si hubiera estado despierta toda la noche, y hubiera tomado un galón de cerveza. No tuvo ganas de moverse de su cama hasta el medio día.

Finalmente Viviana la llamó animada.

- Caro, no sabes lo que fue anoche.

- No, no sé -le dijo Carolina, obviamente molesta.

- ¿Que te pasa?

- ¿Que me pasa? Que anoche me cagaste, eso me pasa.

Y le colgó.

Carolina sabía que Viviana no tenía la culpa, pero por más que intentara de ser diferente, tenía que descargar por algún lado. Esperó a que Viviana la llamara, preguntando que cosa le pasaba. Cinco minutos después en efecto la llamó:

- Ya, ya, ¿que pasó con Santiago?

Ya la conocía. Quedaron en encontrarse nuevamente en el parque cerca a la casa de Viviana. Sólo así Carolina finalmente se levantó de la cama. Todavía tenía puesta la ropa del día anterior.

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