#ElPerúQueQueremos

Carolina y Santiago: Descontrol

Publicado: 2010-03-29

Just another girl that wants to rule the world

Any time or place

And when she gets into your head

You know she’s there to stay

Viviana siguió hablando por el celular unos minutos hasta que se dió cuenta que se Carolina había colgado. Indignada intentó volver a llamarla, pero una grabación le informó que ya no tenía mas saldo en su tarjeta. Respiró hondo, puso el teléfono en la mesa y tomó un largo sorbo de la cerveza que había pedido. Miró a su costado y Fernando, un chico del grupo de la facultad, le sonreía. Fernando era alto, simpático pero con una gran tendencia a irse por el primer culo que le pasara por en frente. Viviana nunca perdía el tiempo con tipos así, pero esa noche, en ese lugar, en ese instante, estaba a punto de dejarse llevar por algo que salía de un sitio que ella no había explorado aún en su cabeza. De pronto la idea de seguirle la cuerda a Fernando parecía atractiva. Después de todo, quizá era la única forma segura de deshacerce de Héctor para siempre.    

Desde la primera vez que habían salido, él no había parado de llamarla. Lo hacía al menos una vez a la semana, hasta que Viviana un día le contestó y le aclaró nuevamente que ella no quería estar en una relación. Héctor no parecía entender bien que significaba eso. Dejó de llamarla, pero le hablaba por el messenger. Viviana lo bloqueó y pensó que así se libraría de él, pero entonces ese viernes por la noche unos chicos de la facultad, que incluían a Gabriela, la ex de Héctor, le pasaron la voz para ir a tomar algo. En ningún momento se le ocurrió que pasaría, pero a los cinco minutos de haberse instalado en una mesa, entre el barullo de la gente y la música estridente que golpeaba su cabeza con algún hit del latinpop, apareció entre la masa de gente que se acomodaba al lado de la barra.

Viviana casi se muere. Estaba ahí, en medio de Gabriela y su ex novio, con el que había salido hace un par de meses, que había estado llamándola obsesivamente a su celular. Trató de evitarle la mirada, pero él ya la había visto. Viviana se pegó a Fernando que parecía era su salvavidas en ese momento. Mientras hablaba con él, pensaba en una forma de escapar rápidamente sin que nadie se diera cuenta y después explicar que tuvo una emergencia o algo parecido, pero la única forma de salir de donde estaba era, irónicamente, pidiendole permiso a Gabriela.

Viviana no sabía si llorar o reírse. Héctor seguía acercándose, concentrado en Viviana, hasta que, para suerte de ella, vió a Gabriela sentada a su lado. Se iba a dar la vuelta, cuando fue ella misma la que le pasó la voz.

- ¡Héctor! - exclamó Gabriela.

Viviana pensó que si se arrastraba debajo de la mesa y gateaba hasta la salida, podía pararse, salir corriendo y agarrar el primer taxi que pasara, o si jalaba la palanquita de emergencias que tenía convenientemente a su lado en la pared, podía crear una distracción, o simplemente comenzar a besar a Fernando de la nada.

Ya no podía hacer mucho al respecto. Héctor se acercó a la mesa y saludó a todo el mundo. Viviana ni siquiera le dio pie a que pudiera hablarle o siquiera mirarla. Seguía hablando con Fernando sobre cualquier cosa. Le comentó si estaba yendo al gimnasio porque se le veía muy bien, lo que inflaba el ego de Fernando. Le dio la espalda a Héctor y esperó a que dejara de hablar con Gabriela. Su plan era irse, como sea, pero irse. Si Fernando le insinuaba algo, se iría con él y ya vería como librarse del tipo. Cualquier cosa servía en ese momento. No podía quedarse más y exponerse a un papelón mayor.

Que pasaba si Héctor bebía mucho y se acercaba a preguntarle porque no le respondía las llamadas, ante la sorpresa de Gabriela, que de seguro se pondría a llorar y saldría corriendo a la calle, dejando a Viviana como una perra maldita frente a todos sus amigos.

Viviana se cansó. Se volteó hacia donde Gabriela y Héctor y le pidió a ella permiso para ir al baño. Pasó al lado de él, que pareció querer decirle algo. Viviana lo ignoró nuevamente y se metió en la masa de gente que estaba apiñada entre la barra y la salida.

- ¡El baño está para allá! -gritó entonces una narizona, amiga de Gabriela.

- Gracias -le dijo Viviana y tuvo que caminar en sentido contrario, hacia una puerta de madera que el bartender, que había escuchado el grito, le señalaba muy amablemente. Esperó un rato, parada en la cola que chicas que esperaban. La salida estaba hacia el otro lado del bar y tendría que pasar frente a la mesa donde estaban todos. Miró hacia Gabriela, que seguía hablando con Héctor. En ese momento se dio cuenta que realmente no sabía quién había terminado con quién.

Él lucía relajado, un poco aburrido, algo hastiado. Ella sonreía en exceso, se pasaba las manos por el pelo repetidas veces, se cruzaba de brazos, luego cambiaba de posición y metía las manos en los bolsillos del pantalón, luego volvía a pasarse las manos por la cabeza. Héctor se daba cuenta de eso y le contestaba lo mínimo, para no animarla a que siguiera hablandole. Era una escena incómoda y que Héctor habría querido evitar. No era su intención regresar con Gabriela para nada. Encontrársela ahí había sido mala suerte.

Finalmente le tocó entrar al baño. Era un recoveco mugroso, chorreado por todos lados con dios sabe qué, con un inodoro atorado de papel higiénico. Esperó unos minutos y luego salió con una mueca de asco. Miró alrededor buscando a Héctor pero ya no estaba. Regresó a su mesa y Fernando le había comprado otra cerveza.

Los detalles de cómo unas horas después terminó en el auto de Fernando, estacionado a tres cuadras de ese local mugroso en una calle residencial poco concurrida a esa hora, besándolo como si mañana el mundo fuera a explotar, no se lo explicó bien.

- Aguanta... ¿se acostaron? -le dijo Carolina, hablando bajito y como si hubiera dicho una lisura horrorosa.

- Si, en su carro - exclamó Viviana, sonriendo - Ah, no fue la gran cosa... había esperado un poco más de él, pero fue... no sé...

- ¿Aburrido?

- Rápido.

- Ah...

Fernando le había comprado una cerveza. Algo estaba haciendo bien esa noche. Se sentó, tomó la cerveza y bebió un largo sorbo. Le sonrió a Fernando y decidió que esa noche la pasaría con él. Siempre había tenido curiosidad en saber cómo era, que lo hacía tan maravilloso, tan deseable, tan buscado. Fernando la miraba con lascivia. Era su oportunidad. Viviana nunca había escapado antes de ese tipo de ofrecimientos. Le gustaba sentirse deseada, admirada. Era difícil para ella escapar de un hombre que se ofrecía con tanta facilidad. Incluso lo encontraba cómodo, porque con Fernando ya sabía como eran las cosas, ya sabía a lo que se enfrentaba. Una noche de sexo sin compromisos. Con algunos hombres las reglas cambiaban y eso la perturbaba.

- Le dan mucha importancia a veces - exclama ante el constante asombro de Carolina, que pensaba todavía en cómo sería su primera vez - Hay hombres que creen que tener sexo es un compromiso. La verdad es que no hay reglas. Como esa otra vez que estaba saliendo con un chico, nos acostamos y luego se creía mi novio. Yo solo quería ver como era, y él se lo tomó muy en serio.

Carolina la escuchaba nomás, pensando para si misma que Viviana adoraba la atención y siempre se involucraba con hombres que la tenían en un pedestal, que ella luego se recocijaba en maltratarlos. Le gustaba ser adorada para luego despreciar.

- ¿Y que clase de hombre es Fernando?

- Del que tomas lo que quieres y luego desechas -sentenció.

- ¿Y no te molesta que no te vuelva a llamar?

- No, es lo mejor de todo.

- Eso no lo entiendo. Yo me moriría si... bueno, si un chico que me gusta

- Santiago -la interrumpió Viviana.

- No sé, cualquier chico, no necesariamente él - se apresuró a decir- bueno, si no me llamara, me moriría, me sentiría mal... Yo no puedo ser como tú, Viviana.

- Es que esos chicos no me gustan así como te gusta Santiago. Son chicos nomás.

- La única forma en que yo esté con alguien sería si me gusta, ¿como puedes estar con alguien que no te gusta?

- Carolina, es que tu crees que hay sentimientos totales. Que una cosa es blanca o negra, que no puede haber un gris claro, un gris oscuro... A ti te gusta Santiago y punto. Quieres estar con él, ¿no? - Viviana miró a Carolina ponerse roja - Claro, tu quieres que sea tu novio, porque te gusta de esa forma. Pues yo no pienso en que cada chico con el que voy a estar va a ser mi novio. Hay hombres que pueden ser tus novios, hay otros que no. Me gustan, pero de formas distintas. Si piensas que las cosas son todo o nada, te vas a perder de mucho en tu vida, te digo...

Se quedaron en silencio un rato. Luego Carolina intervino.

- Ya, pero ¿como miércoles llegaste del bar a su carro?

- No sé, nos dejamos llevar - resumió Viviana, recordando todo lo que había pasado esa noche.

Una hora después y dos cervezas más, Viviana ya se había olvidado de Héctor, Gabriela, que hora era, cómo había llegado al bar, con quién y para qué. Su único objetivo era Fernando. La mitad de la gente del grupo se había ido.

- Flaca, ya todos nos dejaron, ¿a donde quieres ir ahora?

- A donde tú quieras llevarme - le contestó, sonriendo.

Fernando tenía una sonrisa grande, que portaba casi todo el tiempo y era gran parte de su atractivo. Viviana se le acercó, pasó una mano por su pelo corto, Fernando inmediatamente aprovechó la oportunidad de rodearla con los brazos y acercar su rostro al de él. El beso empezó lento. Apenas y rozaron los labios, como midiendo la intensidad del uno y del otro. Pero bastó ese inicio para desatar algo que había ido creciendo con el paso de las horas. Viviana apoyó sus brazos sobre sus hombros y se dejó llevar por la fuerza de su lengua sobre la suya, buscando mezclarse, torcerse, explorar cada rincón dentro de su boca. Cuando ambos se detuvieron, se dieron cuenta que la gente alrededor los miraba. Viviana sonrió y le dijo despacio al oído: "Vámonos a un lugar mas privado".

Fernando inmediatamente pagó la cuenta y salieron abrazados caminando por la calle. Viviana pensaba que cosa harían ahora, aunque no tenía una idea muy clara de dónde lo harían. Ya se habían alejado un poco de la bulla del bar cuando Viviana empujó a Fernando hacia la pared de una de las casas y repitió aquel beso en el que se habían perdido unos minutos atrás. No había nadie en la calle, ni una sola alma. Fernando no sabía que hacer con sus manos. Primero acariciaba su cabello, siguió bajando hasta su cintura y luego hasta el culo donde apretó las nalgas, levantando a Viviana unos centímetros de la acera.

- Vamos a mi carro - le dijo.

Ese era el punto que Viviana llamaba "punto de no retorno". Imaginaba a veces que estaba cometiendo un acto ilícito, y que de querer rectificarse, ese era el punto exacto donde debía hacerlo, la última oportunidad para redimirse. Que de ahí para adelante, ya no había forma de regresar o detenerse.

Fernando sacó las llaves con desesperación de su bolsillo. Hizo sonar la alarma, dos clics, y una camioneta pequeña negra parapadeó en la oscuridad de la calle. Entraron rápido, sin mediar más. Viviana le dio una mirada a Fernando. Él ya no podía aguantarse más. Eso le causó risa y excitación. Le gustaba cuando tenía a los hombres en ese punto donde podía obligarlos a cualquier cosa.

Se besaron un rato más, él en el asiento del conductor, ella de copiloto.

- Estoy lista -le susurro al oído.

Se levantó de la silla y apoyada en Fernando, trató primero de sentarse en él. Eso habría funcionado en un auto más grande, pero el timón le molestaba y no podía entrar. Fernando tiró el asiento para atrás, en posición de echado, pero eso tampoco funcionó. El asiento se movía demasiado y el timón seguía molestando. Finalmente, y como último recurso, Viviana tomó la iniciativa y se echó sobre el asiento trasero. Fernando se acomodó sobre ella y finalmente tuvieron la posición que buscaban. Él se sacó el polo, pero en vez de hacer lo mismo, Viviana fue directamente hacia su pantalón. Agarró la ebilla y comenzó a tratar de abrirla. Fernando sonrió y miró a Viviana como si nunca antes una chica hubiera hecho algo así.

- No das muchas vueltas, ¿no? -exclamó.

- Cállate -le dijo Viviana, que seguía luchando por sacarle el pantalón.

En vez de intimidarse, Fernando hizo lo mismo y levantó la falda que llevaba. Sus manos corrieron por sus piernas hasta su ropa interior. Ambos se desvistieron mutuamente hasta donde las ganas les dejaron y comenzó el vaivén que movía al auto de manera sospechosa. Viviana agradeció las lunas polarizadas y cerró los ojos para sentirlo. Abrazó con las piernas a Fernando y se dejó llevar, esperando el clímax que vendría en cualquier momento.

- Lo único malo es que no pasó nada. Toda esa espera, todo ese juego previo y cuando finalmente estabamos en el "asunto", no pasó nada...

- ¿No sentiste nada?

- No, y eso no me había pasado antes.

Viviana fingió que se había venido. Fernando lucía satisfecho. Ella no, pero él no pareció percatarse. Se acomodaron en el asiento y le dio una palmadita en la espalda.

- ¿Como te vas a ir a tu casa? -le preguntó, aunque Viviana esperaba que le dijera algo así, en ese momento le parecía de lo más inoportuno. Ni siquiera había cumplido lo prometido, y ahora quería largarla como a cualquiera...

- No sé...

- ¿Vives cerca? Te puedo llevar.

- Ah - al menos la iba a llevar a su casa- Si, vivo por acá cerca, por Parque Sur.

Mientras manejaban a su casa, Viviana guardó silencio. Todavía no se explicaba que había salido mal. Simplemente había dejado de sentir. Fernando le pidió su número antes de dejarla en su casa.

- Bueno, la pasé bien igual -exclamó Viviana- a pesar que no fue TODO lo que había pensado.... ¿Y tu? ¿Que pasó? ¿Cual es el drama ahora?

- Ah... -dijo Carolina, con desgano- es una larga historia...

- Bueno, cuéntame pues.

- No sé si quieras saberlo...

- Anda, ya cuéntame.

Carolina miró a Viviana con seriedad. Frunció el ceño, hizo una mueca de disgusto, se llevó las manos a la cabeza cubriéndose los ojos y exclamó:  

- Creo que me he enamorado.


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